Un cuento onírico: El ornitólogo

Un cuento onírico

El ornitólogo


El puesto de observación estaba construído con piedras y barro, el techo provisional era de lona y allí se encontraba Jacinto con su cámara, armada con un potente teleobjetivo, observando y filmando la evolución de unos polluelos del águila pirináica. Hacía frío para ser principios de primavera. De pronto una espesa niebla dificultó el trabajo del ornitólogo que decidió recoger sus bártulos y regresar al calor de la estufa del refugio. 


Biarritz amaneció con un cielo muy azul aquella fresca mañana cuando la aventurera Celine d'Amergent revisó su paramotor Airfer Explorer 2 antes de volar sobre su ruta favorita, desde el Club de Golf de Biarritz hasta San Juan de Luz, unos cuarenta quilómetros sobre una bella costa. A pesar del miedo de su esposo e hija Celine notaba la necesidad de evadirse de vez en cuando volando sobre el mar, muy cerca de la costa como siempre le aconsejaba su familia y amigos.

De vuelta a su base, muy cerca de Bidart, notó como una masa negra nubosa la envolvía sin saber de donde salía. La espesa niebla no permitió tomar ninguna referencia en tierra para saber dónde se encontraba mientras que un viento fuerte la empujó hacia las montañas. El motor se paró para después desprenderse de su espalda. Solo volaba como si pilotara un mero parapente. Sintió pánico. Se sentía zarandeada por aquel temporal y temía estrellarse contra algunas montañas del Pirineo. Cerró los ojos, ella, la intrépida aventurera se dejó llevar por las circunstancias. No supo el tiempo que llevaba volando cuando de pronto sintió un horrendo crack, similar al desgajo de una gran rama de árbol. Su costado derecho sitió un dolor punzante aterrizando aparatosamente en la ladera de un monte espeso de matorrales que milagrosamente fueron los que  salvaron a la piloto de una muerte segura.


Jacinto ya se disponía a bajar hacia su cabaña cuando oyó un chasquido tremendo. Apenas se veía a más de quince metros. Miró fuera de su puesto de observación dejando la bolsa donde llevaba sus artilugios para echar un vistazo al barranco. Vió entre la niebla unos tejidos de colores liados entre sí con cordajes. Algo más parecía que se movía peligrosamente sobre la barranquera. ¿Qué será ? Antes de volver sobre sus pasos oyó una débil voz: "Aide!"

Fue difícil y peligroso rescatar a aquella mujer de entre aquel batiburrillo de telas, cuerdas y tubos de plástico de las ramas que milagrosamente la sujetaban. Por fin pudo agarrar por la mano a la dama piloto que imploraba: "Aide, s'il vous plait"


La cabaña refugio de Jacinto era pequeña pero acogedora y sobre todo muy cálida debido a la estufa donde crepitaba  las ascuas de los troncos de leña. 

La piloto temblaba de frío y estaba empapada por el agua de lluvia que envolvía aquella maldita niebla. Jacinto le propuso cambiarse de ropa antes de que cogiera una pulmonía. Le trajo una largo y confortable albornoz y unos pantalones de pijama que olían a suavizante. Yo pasaré ahora a la habitación donde guardo mis cosas mientras usted  se seca y se cambia junto a la estufa.

Desde la otra habitación el ornitólogo le dijo que él se llamaba Jacinto y que se pasaba un mes en el monte estudiando las aves en peligro de extinción.

-Yo me llamo Solange, mintió la piloto. A propósito, cómo habla usted tan bien el francés.

-Estuve un año en Marsella con una beca Erasmus

-¿Me deja usted usar su teléfono? - preguntó Solange ya vestida con el albornoz.

Jacinto saliendo del cuartillo dijo que lo sentía, que allí no había cobertura, que tenían que bajar los dos, en la moto, a la aldea, pero hay que esperar unos dias ya que el agua caída hace imposible poder circular por los resbaladizos y peligrosos carriles.

-Quelle déception! Se quejó la dama


-Se puede acostar en la habitación donde guardo mis cosas, hay un catre y dos sacos de dormir. Creo que no pasará usted frío

-Se lo agradezco porque estoy rendida y dolida ¿Tienes una ducha o algo parecido?

- Le caliento agua en la estufa y se baña en plan rural sobre esta enorme palangana, es lo que yo suelo hacer.


El viento ululaba acompañando el agua nieve que en ráfagas chocaba contra los cristales del ventano. La estancia donde dormía Jacinto estaba levemente iluminada por la luz de los troncos ardiendo que se filtraba a través del cristal de la portezuela de la estufa.


A medianoche el temporal  seguía azotando la cabaña. Un temporal nunca visto envolvia  a todo el Pirineo. Jacinto no podía dormir bien hasta que. 

-¿Puedo pasar? -oyó Jacinto la voz susurrante de la hermosa dama

-Sí ¿sucede algo?

-Es que no puedo dormir con este frío y con el ruido del viento y además, te confieso (lo tuteó con cierta picardía) no me gusta dormir sola.

-¿Qué hacemos? -preguntó Jacinto presa de un nerviosismo incontrolable

-Déjame un lado de tu cama y... -ordenó mientras se aflojaba el cinturón del albornoz para desprenderse del mismo y quedar completamente desnuda.


A los tres días de dejar de llover Jacinto pudo bajar a  Solange a la aldea desde donde contactaría con sus familiares para que la rescataran.

 Antes de subirse al vehículo que la llevaría a su lugar de orígen se despidió del ornitólogo con un suave beso en la mejilla mientras le susurraba al oído: Espero que te portes como un caballero español y no comentes con nadie sobre "lo nuestro" en la cabaña.


Le Monde, Le Fígaro, Libération y otros medios mostraban en portada a una bella "Solange" y un titular a pie de página que decia:

 "Madame Celine d'Arengent, Presidenta de la República Francesa, salió ilesa de un grave accidente de avión. Fue rescatada por unos montañeros del Pirineo español donde fue atendida por estos hasta que el temporal mejoró y pudo ser rescatada"

 

 

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