El moto-carro asesino (Un cuento basado en hechos reales, como dicen en las películas de serie B)
El motocarro asesino Jacinto era chatarrero. Compraba todos aquellos materiales de derribos de obras o de casas abandonadas o de talleres escuetos o de ladronzuelos de chichinabos para revenderlos en el almacén central para ser fundidos en Jerez o en Sevilla. El problema de Jacinto era cargar un carrillo de dos ruedas y tener que subir, arrastrándolo, la empinada cuesta hacia el Barrio Alto que era donde estaba el almacén. A veces conseguía que dos niños colilleros le ayudaran a cambio de unas perras gordas (era a finales de los años 50 del pasado siglo cuando por tres pesetas al día se pagaba a un jornalero). Jacinto trabajaba como un mulo. Su esposa Adela, pequeñita, renegrida y contrahecha se quedaba en un portalillo lleno de cachivaches mientras que él recorría la ciudad en busca de material. Una tarde, mientras Adela se amodorraba bañada por el solecito de invierno que salpicaba el interior de su tienda, saltó de susto y luego de emoción cuando vio llegar a su esposo a bordo