Valor, de valentía

Valor, de valentía

Un retazo de la memoria de mi amigo Jacinto.


"En la primera mitad del siglo 20 los padres españoles solían educar a sus hijos varones en la valentía, en la no-cobardía. Ningún niño de aquella época se atrevería a decir a su padre que un alumno de su colegio le empujaba en el patio o se reía de él. Se supone que, aquella época, los niños tenían que defenderse con uñas y dientes de cualquier agresión .


Jacinto se crio en aquel ambiente combativo y me contó, ya siendo los dos mayores,  que cuando él tenía 17 años de edad fue invitado a una fiesta (un guateque) al Puerto de Santa María. Como a la hora del comienzo del festejo y menos aún a la hora de terminar no había ni tren ni autobús para volver a su pueblo, Sanlúcar de Barrameda, decidió ir y volver en su bicicleta, una pesada BH sin luz y casi sin frenos.

Sabía que la consigna de la estación de ferrocarril era cerrada después de pasar el expreso Cadiz-Madrid, 12:15 am donde dejó su vehículo.

Tras la fiesta Jacinto consultó la hora y tuvo tiempo de llegar casi al trote a la consigna para recoger su bici y recorrer los 27 kilómetros hasta su casa por aquella solitaria y oscura carretera.

Como no llevaba faro en la bici se iluminó con una  una linterna que sujetaba en una mano; se puso unas pinzas en los pantalones para que no se engancharan los bajos con la cadena y tomó rumbo a su pueblo satisfecho con su hazaña y con su valor.

A medio camino oyó como dos perrazos ladraban viciosamente guardando un viñedo, era la época de la vendimia en el marco de Jerez. Jacinto no se preocupó demasiado. Siguió pedaleando hasta que escuchó nítidamente las uñas de las zarpas de los canes como golpeaban sobre el asfalto para darle alcance. Jacinto apretó el pedaleo pero la suela de sus mocasines de piel blanca, su orgullo, lo más in del año 1960, resbaló del pedal  haciendo que el ciclista diese una bandazo extraño para dar con su cuerpo sobre el duro pavimento.  La linterna se perdió en el accidente aunque Jacinto pudo vislumbrar en la oscuridad  de esa noche andaluza de finales del mes de agosto dos pares de ojos caninos y oir el gruñir previo a un ataque. Poniendo la maltrecha bicicleta de escudo entre sus atacantes y él, sacó una enorme navaja del bolsillo y se preparó para el ataque. Quizá por los nervios o por el miedo se le cayó la bici y al ruido los perros huyeron.

Tuvo que caminar cojeando y empujando su averiada bicicleta durante diez quilómetros. Dejó la bici en la gasolinera  de El Palmar y llegó maltrecho a casa sobre las cuatro de la madrugadas. Su madre nunca se enteró del accidente, solo su hermana mayor lo supo que le ayudó a sanar su maltrecho cuerpo, todo amoratado y con un tobillo dolorido que le duró unas semanas.

Jacinto me contó que no acabó aquí sus aventuras ciclistas. Sus amigos de entonces, todos propietarios de bicicletas, le  decían que estaba majara por  hacer viajes tan largos por peligrosas carreteras.  Jacinto ni caso. Otro viaje que hizo, ida y vuelta en una mañana, fue  a Jerez de la Frontera  para ver una carrera de motos. Y otro viaje "largo" lo realizó a Trebujena donde vivía una amiga de su hermana que a sus 18 años de edad estaba impresionante y por ende le gustaba un montón al chaval.

"Un hombre nunca llora, debe ser valiente y dar la cara ante cualquier peligro" dice Jacinto que le decía su padre cuando él tenia diez años de edad.

Addenda: Ahora ese es el dilema de nuestros jóvenes actuales: Su incapacidad para ser autosuficientes y tener que vivir bajo la protección de los papás hasta una marchita madurez. 

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