El mejor viaje es el que se hace por placer

 Viajar por viajar 

A una mayoría de las personas medianamente curiosas les producen placer viajar por viajar.

Siempre me llamó la atención recorrer el pasillo histórico ¿frontera? entre el Reino Cristiano de Jaén, vigilado por la Orden de Santiago, y el Reino Musulmán de Granada.

El día 13 de abril del año 1988 salí muy temprano de Granada a bordo de mi motocicleta enduro Derbi Karmathan 125 para tomar la peligrosísima carretera nacional de Granada-Murcia (aún no estaba la autopista actual) con destino a Guadix.

Yo tenía 44 años de edad y me encontraba hecho un roble, aunque no pude evitar el frío intenso cuando cruzaba por el Puerto de la Mora. Un aire que, en forma de chorrillos, se colaba por cualquier rendija entre la visera y el casco integral parecía como si me clavaran alfileres en la cara. Las rodillas, a pesar de llevar protecciones, se quedaron hechas una alcayatas, rígidas. 

Cuando pasé la recta de Diezma paré en un bar de carretera para tomar un café ardiente y una copa de anís. Entré un poco en calor pero lo que yo deseaba era continuar pilotando mi nerviosa moto de dos tiempos, que por cierto, la puse varias veces, en sexta velocidad, a 120 km/h Una temeridad dado el tráfico intenso que había en aquella maldita carretera.

No paré en Guadix, continué el pilotaje pasando por Hernán Valle, Las Viñas, el Baúl hasta parar en Baza donde desayuné y descansé.

Llegando a Galera no pude dejar de recordar aquella horrible matanza que ordenó don Juan de Austria en 1570 entre la población morisca sublevada, ordenando degollar a toda persona mayor de doce años de edad. Puro terrorismo de Estado.

Por una estrecha y pésima carretera llena de baches que mi máquina pisaba sin yo apenas notarlo (horquilla delantera, de gran recorrido, Marzocchi y detrás un magnífica suspensión de aire White Power) circulé con dirección a Huéscar,  pasando antes por su famoso altiplano ¡cuántas batallas se dieron por aquí!  El altiplano es casi un cuadrado de unos 30 km. de lado, fronterizo con la sierra de Cazorla, la de Segura, la Sagra, la de la Estancia, con la sierra de María y con la de Topares.

Comí chuletas de cordero segureño en el Hostal Puerta de Andalucía, en la Puebla de Don Fadrique,  y llené el depósito de 18 litros, de mi Karmathan. Arranqué de un patadón y subí la carretera entre bellos paisajes de frondosos pinos hacia el pueblo de Santiago de la Espada, donde estaba el castillo de los Caballeros de Santiago que guardaba la frontera que estaba técnicamente en el puente del río Zumeta.

 Fueron 40 km por una carreterita revirada y con cuestas y recuestas sin ver a nadie durante el trayecto. Entonces no existían los teléfonos móviles. ¿Y si me caigo o se rompe el motor? Sería mi problema, sería una parte de la aventura.

No se como, pero al cruzar por el puente fronterizo del Zumeta sentí en mi alma el peso histórico de aquellos momentos de finales del siglo XV cuando los Reyes Católicos o sus Adelantados comenzaron la conquista del Reino Nazarí de Granada.

Misión cumplida cuando me quité el casco en una plazuela del feo pueblo de Santiago de la Espada, supongo que ahora será algo más bonico. Descansé e hice unas fotos. Todavía me quedaba un largo trayecto hasta llegar a Chilluévar. Tuve que pasar antes por sitios bellísmos, solitarios y llenos de historia.

Dos días después retorné a Granada desde Chilluévar vía Jódar, Iznalloz y Venta de las Navas. Fueron los mejores 680 km que recorrí en moto de toda mi vida. Aún recuerdo el periplo.


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