Entre el clamor y la mediocridad

Entre el clamor y la mediocridad

No sabemos el motivo ni el por qué del deseo subyacente en toda persona de ser reconocida como un ser diferente, un ser especial. Desean ser aclamadas, al menos por sus familiares, amigos y usuarios del Facebook;  odian pasar desapercibida por el teatro de la vida. Cuando las personas navegan por el proceloso mar de la mediocridad tampoco son conscientes de ello, aunque también pretenden ser únicas, geniales, diferentes.

Pasar desapercibido por la vida es el peor castigo a la autoestima de una persona mediocre. Son los llamados "pringadillos" en el argot barriobajero. Observen a esos jóvenes que sueñan con ser personas importantes, personas necesarias para el colectivo humano pero en el fondo solo pretenden ser aclamadas. Algo que es relativamente fácil en nuestros días con nuestro sistema político actual. Un pringadillo, con suerte,  si supo ganarse la simpatía de sus superiores del partido puede ostentar un cargo de responsabilidad irresponsablemente. Recuerdo haber leído una  anécdota que contó el chófer de un personaje político importante que antes fue un pobre asalariado, que viajando en el coche oficial oyó decir a la esposa del prócer: "Pepillo, quién nos iba a decir que viajaríamos en este cochazo con chófer y detrás de nosotros un coche de escolta. Cállate nena, que te puede oír el hombre"

Sí, es cierto, pocos ciudadanos disfrutan tanto al ser aclamados como los políticos del engranaje  de esta parodia llamada democracia participativa. Hay verdaderos tarugos y tarugas en puestos relevantes que dan urticarias solo mirarlos/las.

En el fondo, salvo los enfermos mentales y los auto marginados, toda persona desea ser alguien. Desde el jubilado que pinta un horroroso cuadro al óleo, pasando por la  ama de casa que hace una enorme  y fea bandera de su pueblo de crochet  hasta el artista, el poeta o el novelista local. 

Ser aclamado es un droga potente para algunos millonarios que en su vejez desean ostentar presidencias y mayorazgos estatales como el caso de aquel caballero italiano, multimillonario y muy anciano, que disfruta siendo el sátrapa de su país solo para ser...aclamado. No olvidemos a esos mentecatos de países subdesarrollados que anhelan estar en la presidencia para apropiase  de grandes fortunas.

 El mediocre pasa de puntilla por la vida y no se sabe cómo, todo le sale mal, está gafado. Nace de familia pobre e inculta y él o ella vive y se desarrolla en este ambiente miserable. Algunos incluso se emparejan sin poseer medios económicos y ellas suelen ser abandonadas  cuando se cargan de hijos. Más miseria, más dolor.

Hay muchos parias en el planeta tierra, gentes que viven, mejor dicho sobreviven milagrosamente. Un 60% de los habitantes de la tierra son pobres de solemnidad. No son mediocres, son pobres, son los olvidados. Los mediocres son aquellas personas que no son nadie, que nunca hicieron nada por nadie ni por ellos mismos y pretende ahora, aprovechándose de las nuevas tecnología ser una o un influencer.

 Así es la vida tenemos a gente "importante" en los dos polos. Entre los que son aclamados en el mundo de la política o por la prensa amarilla, todos ellos unos mamarrachos a ultranza y por otro lado, tenemos a los llamados mediocres que se sirven del mundo digital para ser alguien. 

Jacinto filosofaba: "Este mundo es como un saco de caracoles, cada cual saca los cuernos por donde puede"


 

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