Adela y sus sueños fallidos

Adela y sus sueños fallidos

Hija única, perezosa, soñadora y un pelín esquizoide. Consiguió, sin demasiado esfuerzo, un diploma de esas nuevas carreras universitarias que solo sirven para hacer ver que se posee una titulación.

Adela iba y venía por la vida como una orate, a salto de mata. Nunca cuajó bien ni en el instituto, ni en el trabajo, ni en casa. Siempre deseó ser independiente, vestir un traje Chanel en el trabajo y disfrutar de un puesto de alta dirección en una multinacional, como tantas veces había visto en esas estúpidas series americanas de television.

Jacinto, por otra parte era un perdedor nato. Se divorció, perdió su casa y casi su trabajo. La mitad de su salario de delineante era retenido por orden judicial para la manutención de su esposa y sus dos hijos adolescentes. Jacinto ya tenía una edad madura que le hacía insoportable su vida en aquel humilde mínimo y feo piso obrero. Por las tardes, a la salida del trabajo, se conectaba a Internet para buscar pareja, pero con posibles, que no fuera una matada como él, para hacer llevadera su miseria: "Jacinto Cantus, ingeniero industrial, divorciado, busca pareja para formalizar relaciones. referencia 2367"

Adela que sabía que era imposible para ella tener un trabajo digno y bien remunerado y además. ahora estaba en el paro, debía buscar una solución a su debacle existencial. Veía y analizaba las solicitudes "serias" de posibles parejas estables a través de  la web "Contactos azules"  muy popular para emparejar a desesperados existenciales.

Adela y Jacinto se entrevistaron en una cafetería céntrica de la ciudad. Se escudriñaron mutuamente, se contaron historias falsas y quedaron para otros encuentros. 

Un mes después, cuando ya se conocieron en el café y en la cama, Jacinto le confesó a Adela que él no era ingeniero, que su saldo financiero estaba en números rojos pero que la amaba. Ella quedó impactada por el engaño profesional y por la pésima situación económica del pretendiente. Jacinto preguntó por la situación económica de su pareja. Adela dijo que poseía unos miles de euros en Bankia y que sus padres, ganaderos de cerdos en Badajoz, podían echar una mano para reiniciar su nueva vida.

El falso ingeniero y Adela, que trabaja ahora en una gestoría, a tiempo parcial, como auxiliar administrativa, viven una vida en armonía. Con los ahorros de ella alquilaron un piso en Móstoles, incluso cambiaron de coche y, suponemos, mientras que dure el entente que intentarán vivir como unos auténticos mesócratas, pero de categoría C.

 ¡Adiós a la CEO vestida de Chanel, adiós al ingeniero jefe de Siemens! De todas formas, para los padres de Adela para sus conocidos él será siempre un ingeniero. Hay que darse postín. No faltaba más. ¿Para qué sirven los sueños y las mentiras? Para soportar mejor las miserias que toca a cada cual. 

 


 

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