Jacinto nunca pisó Africa (Un cuento para el verano)

Jacinto nunca pisó Africa  (Un cuento para el verano).


La empresa española Solán  especializada en la fabricación e instalación de placas solares proyectó abrir  mercado en el Africa Negra  (que otros llaman Africa Subsahariana).

Jacinto es un CEO de dicha empresa que fue nombrado director ejecutivo de las oficinas principales con sede en Maputo, Mozambique, con un salario anual altísimo y un sillón reservado en el Consejo de Administración, al cabo de sus tres años de estancia africana.

¿Qué te pasa, cariño? - preguntó intrigada la esposa de Jacinto, al verlo tan preocupado.

¡Una desgracia, Adela !  -exclamó casi lloriqueando el ejecutivo- que nos mandan a Africa.

Adela dio un gritito de espanto y añadió, no, no queremos ir a tan horrible continente. ¿Qué has hecho para que te envíen allí? Porque yo y las niñas nos quedamos en Madrid, no faltaba más. 

Un mes después de la noticia de su ascenso, Jacinto vivía ya en la zona de las embajadas de Maputo. Se encontraba solo en aquel lujoso piso aunque consiguió traerse a la vieja cocinera de casa a cambio de prometerle un pronto regreso y una paga que quintuplicaba la que la empleada recibía en Madrid. 

Jacinto siempre tuvo aversión al continente africano por varias razones, unas "razones" posiblemente racistas además de otros inconvenientes

Al principio hablaba todos los días con su esposa vía internet y le contaba, mintiendo, que aquello no era tan malo ni tan atrasado como ella imaginaba. Quizá las moscas de día o los mosquitos durante la noche o el calor y los olores tan extraños te hacían recordar que vivías en un país tercermundista pero  que también, daba importancia, estaba la Universidad de Maputo con sus 31.695 estudiantes y... Adela cortaba por lo sano, muy bien, todo para ti  y para tus africanos.

En realidad Jacinto, como director responsable trabajaba en un bunker dorado. Un moderno edificio con aire acondicionado y con empleados blancos excepto algunos nativos y nativas muy europeizados, la mayorías de ellos mestizos de suave color caramelizado. Incluso había mujeres que podían pasar por andaluzas cuando estas toman excesivamente el sol en la playa.

 Jacinto también viajaba a algunas ciudades para comprar voluntades a las autoridades y corromperlas para que adquirieran costosos equipos a Solán. 

Cuando faltaban tres días para su primer merecido descanso en España Isabel, su amante circunstancial en Maputo, una mujer guapa de ojos garzos y que hablaba un portugués perfecto le invitó a una despedida inolvidable en un bello y romántico lugar.

Por discreción dijo Jacinto a su chófer que le daba la tarde libre y que él conduciría su deportivo en lugar de la pesada berlina semiblindada.

Tu me dices donde vamos - dijo Jacinto a una exuberante mujer de cabellos rubio tintados que ondeaba a un viento que saltaba sobre el parabrisas del convertible. 

Sal del asfalto allí  -ordenó ella señalando un gran árbol- y te metes por ese carril de tierra que va hacia la costa. Vamos a Cebines, es un bello y solitario resort.  

Un Jeep negro adelantó al coche de Jacinto con una maniobra para que  parara. Bajaron  del Jeep dos sujetos armados con sendas pistolas, eran nativos  negros como el carbón  y con ojos inyectados en sangre. 

A ella no hacerle daño- suplicó el Ceo de Solán.

No te preocupes, bastardo. Ella es nuestra jefa y tu eres un cabrón racista y extranjero que odia a los mozambiqueños. Te vamos a ejecutar aquí mismo.

La viuda de Jacinto, una vez que su cuerpo fue incinerado en Madrid, se refugió en su estudio de su casa en Somosagua - es que ella quiere estar sola  para llorarle, dijo una criada- Adela bebió una copa de brandy del tirón, sin saborearlo, encendió un pitillo y se dijo: por fin me siento libre. Nadie sabía que Jacinto, mi amantísimo esposo, era un maltratador psicológico  que me  humillaba con su complejo de hombre triunfador. No hacía caso para nada de la educación de sus hijos, el trabajo era para él como  una droga. Lo que Dios te da, te lo puede quitar. ¡Gracias Dios! 



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