Un cuento para el mes de enero

Sativa Excursiones  (Un cuento para enero)


- ¿Dígame? - contestó Jacinto de la Hoz al móvil en el momento de tomar su desayuno. Jacinto -dijo alguien- necesito el libro que te presté.

Jacinto sabía que era la contraseña que recibía cada cierto tiempo para trasnportar un alijo de resina de hachís a un lugar remoto de España.

En la prensa regional, en carteles pegados en los tablones de anuncios de los pueblos de la Comarca e incluso en Internet se anunciaba a bombo y platillo "Gran viaje a Roncesvalles. Autobús de lujo, dos noches en un hotel cuatro estrellas con comidas incluidas. Solo por trescientos euros. Contactar: Sativa Excursiones". 

Hombres y mujeres talluditas, viudos y viudas, algunas viajeras muy ancianas, se apuntaron para hacer un viaje a un precio irrisorio. Gente que nunca había viajado por culpa de sus ocupaciones y todo hay que decir, por la  escasez de tiempo libre y de dinero ahora aprovechaban una buena oportunidad para poder ver mundo. Ir de aquel pueblo serrano cordobés hasta Roncesvalles sería todo una aventura.

Ya había anochecido cuando unos 56 viajeros, más mujeres que hombres, abordaron el bonito autobús. Hablaban entusiamadas cual colegiales en un día de excursión. El portaequipaje del bus estaba repleto de bolsas y maletas de los viajeros, entre ellas cuatro bolsas, no muy llamativas y de especto usado, que transportaba cada una 25 kilos de hachís marroquí. Un total de 100 kilos de excelente resina. 

El lujoso autobus con un conductor de mediana edad al volante devoraba quilómetros que poco a poco reducía los 820 kilómetros a recorrer, con paradas obligarorias según la DGT y otras paradas para evacuar fluidos corporales.

Aquel joven e inteligente teniente de la guardia civil recién trasladado a Villamoz supo de esos viajes, en temporada baja y a precios irrisorios. Su mente despierta hizo que consultara al GATI  y que aceptaron su hipótesis de trabajo: esos autobuses llevaban "algo" a distintos lugares del país sin saber los viajeros que eran utilizados como tapaderas en un posible trapicheo.

Cuando el autobús procedente de Villamoz paró en un área de servicio de Tarazona, a punto de despuntar el día, con los viajeros somnolientos haciendo cola en los lavabos, un coche camuflado de la GC que seguía al bus desde su demarcación correspondiente, paró a lo lejos y vigilaron el movimiento del chófer. Éste miró en el interior del bus para cerciorarse que no quedaba nadie en el interior del mismo y apeándose del vehículo abrió el portaequipaje y sacó las cuatro bolsas con la droga para trasladarla a una furgoneta allí aparcada. Los agentes grabaron la operación con toda nitidez y esperaron. Un hombre salió del bar y  se acercó a la furgoneta. Fué detenido por otros agente del equipo de apoyo. 

Cuando los inocentes cordobeses regresaban al autobus, entró a la cafetería un hombre con una bata blanca diciendo que el chófer había sido trasladado en ambulancia al hospital porque le dio un ataque al corazón.

-Pobre hombre, con lo amable que era. dijo una anciana con resignación. ¿Y ahora donde nos llevaran?- preguntó una mujer bajita con cara de solterona y de piel amarillenta. 

"Fabulosa excursión a Portugal" rezaba el borrador que había sobre la mesa de la Agencia Sativa. "Precio de saldo: 200 euros, ida y vuelta con estancia en una Pousada de Lujo".

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