Un relato: Jacinto el famoso

 Un relato para abril

Jacinto, y su rato de famoso

Conocí a Jacinto. Era un empresario exitoso, con mucho dinero que él nunca supo gastar en vivir bien. No sabía disfrutar, era un ser apagado y avaricioso. Sus saneadas finanza se basaba en comprar neumáticos viejos para enviarlos a uno de esos países tercermundistas que tanto abundan en el Africa Negra donde se recauchutaban y eran vendidos como nuevos.

 Jacinto era asquerosamente rico y también asquerosamente vulgar y feo. Estaba separado de una sebosa e histérica mujer  natural de un pueblo de Toledo, también el suyo. Sus hijos, ya mayores, vivían en otras órbitas. 

Él deseaba cambiar a mejor. Ya se cansó de visitar  putas y de vivir en el en anonimato social como un pobre sesentón barrigudo y con cara de cipote.

En el Club de Golf Peñas, cercano a Madrid, donde él era socio capitalista, aunque nunca cogió un palo ni sabía lo que era un birdie, conoció a un simpático caradura, un vividor que  la gente decía que  malgastó la herencia familiar y la de su mujer para una vez arruinado dedicarse al arte de ser un gigoló a sus cuarenta años de edad.

-Mira, Jacinto lo que me pides es difícil pero posible - habló Alberto con franqueza a Jacinto mientras saboreaba un martini seco y miraba de reojo a todas las mujeres que entraban y salían a la terraza del club.

-Yo te pagaré bien Alberto, se que tu eres un catedrático del engaño, de la pose y del cachondeo. No, no te ofenda. Las cosas como son.

- Qué jodío eres Jacinto- contestó con una suave indignación Alberto- . Si quires entrar en el círculo de capullos de la prensa amarilla y asistir a tertulias de esas televisiones de gilipollas, no hay problema. Todo es cuestión de dinero. Debes cambiar tu aspecto, aunque con esa cara...

-¿Que le pasa a mi cara? 

-Te seré sincero, ya que desde ahora soy tu asesor de imagen y de parranda. Lo que tienes que hacer - Alberto bajó la voz, casi susurrando- es pagar dinero, mucho dinero a esos periodista que son unos pringadillos, para que comenten que un "hombre misterioso" tú, ha comprado el Yate del principe de Gustán y que suele hacer fiestas apocalípticas en Puerto Banús.

- No es mala idea. Me gusta.

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En la revista semanal Luces, en la portada, apareció el rostro sonriente de Carmen Latolla, una ex-actriz casi anciana, popular en la década de los sesenta, en la actualidad fondona, tetona y muy inflada de botox que decía ser la compañera sentimental de Jacinto Buendía, el Rey de las Ruedas, ese  millonario rumboso que le había regalado un apartamento en Sevilla como primer regalo.

En la misma revista, en la tercera página, venía un amplio reportaje ensalzando la figura del enigmático millonario incluyendo una fotografía, muy retocada por photoshop, donde Jacinto no se parecía a Jacinto sino a una especie de Gary Grant, a menor escala.

-Jacinto- dijo su coach, el caradura que se estaba embolsando mucho dinero asesorando al famoso de turno- lo normal es  que dejes a Carmen y te líes con una mujer famosa reciente que está en candelero aunque  la conozco y se que está más tiesa que la mojama y que por dinero es capaz de cruzar a nado el estrecho.

En televisión, en ese canal donde emiten todas las sobremesas la tertulia "Mamarrachadas simpáticas" apareció Jacinto, vestido de una forma algo estrafalaria, moderna para unos, ridícula para otros. Lo que me gusta de una mujer es la senceridad y que esté buena- decía con franqueza de cateto Jacinto a los contertulios que reían la ocurrencia. Junto al famoso se sentaba una tal Janny, la cantante, de 23 años edad, ganadora del concurso Puede Ser.


Son las cuatro de la madrugada. Jacinto y Janny vuelven de un cena con fiesta y raya incluída. Joder, si esa chica desnuda es un palillo de dientes, pero bien que me está costando dinero la muy puñetera.

 Estoy deseando que Alberto me diga que cambie de pareja, pero que esta vez sea una famosa o famosilla, que esté  rolliza y de carnes prietas... y que no tenga esos vicios tan caros 

¡Qué sacrificado es esto de ser un tío famoso!

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