Historia de un buen cristiano

Historia de un buen cristiano

-Siéntate -ordenó don Luis de la Hoz, Presidente de la Hermandad Santiaguista Sevillana-  Me ha dicho tu madre  que a tus cuarenta y tantos años está en el paro y no encuentras ningún trabajo adecuado a tus pretensiones.

-Así es, don Luis

-Yo te propongo un trabajo interesante. Consiste en realizar el Camino a Santiago, a pie, pero por y para mí. Me explico: yo prometí hace años realizar tal peregrinación cuando me votaron los hermanos como Presidente Santiaguista. Mis obligaciones empresariales y mi edad me impidieron realizar tal promesa pero si delego tal caminata en una persona que la haga por mí también es válida dicha promesa ante los ojos de nuestro Apóstol Santiago.

-¿Y cuanto me pagaría usted?

-¡Ah, los pobres siempre pensando en el dinero! Te pagaré bien. Tu traslado desde Sevilla a Roncesvalles y las estancias en posadas de pago de peregrinos más tu vuelta a casa desde Santiago de Compostela en avión serán pagados aparte de los tres mil euros que obtendrás a tu regreso. Para esto has de seguir mis istrucciones.

-Usted dirá, don Luis. Me interesa el trabajo.

-Con un iPhone que te compraré, con un geolocalizar activado, me enviarás WhatsApp, con fotos incluidas, cada vez que yo lo solicite. Así podré "sentir" el viaje como si lo hiciera yo en persona.


"Trabajo asalariado es la relación socio económica entre un trabajador y su empleador" Y eso era él, un paria, pensó Jacinto, 43 años, sin profesion reconocida, sin salario alguno y viviendo de la paga de viudez de su madre más de lo que podía sacar limpiando las oficinas de Kassas, la empresa de don Luis.

La primera foto que envió a su jefe fue un selfie donde se veía el claustro de la Real Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles. Comienzo del camino sagrado.

Como iba a gastos pagados, Jacinto, como todos los parias suelen hacer, aprovechó las circunstancias y se echó una novieta danesa a la que le pagaba la estancia en hoteles en vez de esos albergues gratuitos de peregrinos con literas repletas de gente en una gran sala con olor a pies y a escrotos sudados.

Fueron 750 kilómetros de caminata, despacio, sin prisas, con muchas fotos y algunas explicaciones de lo que veía y que enviaba a don Luis vía WhatsApp. Un trabajo realmente cómodo y bueno. Jacinto  llamaba a su patrón para decirle que no encontraba albergues con plazas y que tenía que alojarse en un tres estrellas. Bueno, no te preocupes, contestaba el jefe, todo sea por la Peregrinación.

Zisky, la chica que creía que Jacinto era un rico extravagante que paseaba por el norte de España creyó que ya se le acabarían las penurias en su triste, sombrío y frío país para vivir dentro de unos  días, con un españolito, en algún lugar de la soleada Andalucía.


-Un viaje largo y costoso Jacinto -dijo don Luis mitad en serio y mitad en broma-

-Es que estaba todo saturado. En los meses de verano no cabía un alfiler en los albergues y por eso tuve que usar restaurantes y hoteles.

-Hay que sacrificarse ya que tengo que estar bien con al Apóstol por lo mucho que me ha dado desde que soy su representante en Sevilla. Aquí tienes los tres mil euros de tu salario.

-Gracias, don Luis. Si tiene usted alguna otra peregrinación pendiente, a Roma o a Jerusalén, aquí estoy yo.


-¡Jacinto!, exclamó Zisky cuando lo vió acercarse con su cara de semibobo sonriente. ¿Hablaste con tu papá de lo nuestro?

-Sí, me ha regalado tres mil euros que lo quemaremos en un hotel de la playa de Matalascañas. Después, ya veremos.



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