¿Qué es una tolerancia mal entendida?

¿Qué es una tolerancia mal entendida?


Karl Popper ya lo dijo en su "Paradoja de la Tolerancia".  Es una paradoja enmarcada dentro de la teoría de la decisión. La paradoja declara que si una sociedad es ilimitadamente tolerante (como la actual) su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruída por los intolerantes. 

En una palabra, cuando se llega al hartazgo el pueblo suele subvertirse y desear "la normalidad".

España tiene una población de casi 48 millones de habitantes; desconocemos el porcentaje de gente útil o inútil para el desarrollo moral y económico de nuestra sociedad, ni tampoco sabemos el porcentaje de personas idiotizadas por los modos y las modas actuales. De todas formas se supone que los españoles y la " gente anexa" que residen en nuestra Patria deben estar sujetos a una norma mínima de convivencia dentro de unos derechos y obligaciones aceptados.

Al pueblo llano, intoxicado en exceso por el consumismo, por los medios sociales y los políticos de turno, le cuesta trabajo diferenciar  entre el bien y el mal. El bien para unos suele ser el mal para otros. Siempre fue así. 

 Sin llegar a un estado mental de pragmatismo materialista se puede decir que el bien es lo que se ajusta a lo exigido como puede ser la verdad, la justicia, el orden, la armonía, el equilibrio, la paz y la libertad. El mal es todo lo contrario. No es ningún concepto de corte maniqueísta, es así de sencillo.

Pero el bien y el mal existe de una foma relativa o absoluta según el punto de vista y de la formación moral de cada individuo.

La tolerancia excesiva siempre fue perjudicial porque demuestra un grado de cobardía con el único objetivo de mantener un equilibrio artificial de convivencia entre los ciudadanos de bien y los ciudadanos del mal.

La tolerancia o el exceso de permisividad dentro del núcleo familiar es un tema delicado. Si unos padres crían, que es diferente a educar, a unos hijos sin imponerles ninguna regla de conducta estos niños y niñas, cuando sean adultos seguirán siendo unos inadaptados sociales, unos seres inservibles incapaces de ajustarse al ritmo exigido para el desarrollo de nuestra sociedad. La sobreprotección de los hijos es lo peor que le puede suceder a una familia ya que de aquí saldrán casi siempre unos tarados mentales, de mentes pueriles, que incordiarán  de una forma u otra a nuestra sociedad.

De la misma forma, si el Estado es excesivamente permisible con la conducta moral y ética de sus ciudadanos, por un afán teatral de hacerse amable, este mismo Estado caería en una degeneración paulatina que ya vaticinó  Spengler en su trabajo "La Decadencia de Occidente" y más tarde,  Ortega y Gasset en su obra "La Rebelión de las Masas".

Volver a un estatus anterior es ya imposible, incluso sería una perogrullada, pero sí estamos a tiempo de "corregir" ciertos comportamientos excesivamente tolerantes, siempre que nuestros dirigentes políticos sean capaces de corregirse ellos mismos.

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