Juicio Final

Juicio Final   (Un cuento para noviembre) 


El caso extraño de aquel vínculo que encontró mi amigo Jacinto entre su motocicleta Harley-Davidson Sportstar S con el Tímpano Románico del Juicio Final de Conques, me apartó de mis obligaciones cotidianas para interesarme en el asunto que él me explicó con lujo de detalles y que aquí resumo.

Antes me gustaría decir que Jacinto era feliz trabajando de cocinero en el Parador de Córdoba. Ganaba bien y podía mantener a su bella y ociosa esposa, de profesión ama de casa, sin hijos y que con el piso libre de hipoteca podían, ambos, satisfacer caprichos que otros matrimonios carecían. 


"Hasta aquel fatídico dia  -me contó Jacinto-  que Adela, mi casquivana esposa, me puso los cuernos con el gordozuelo sacristán de San Pablo. ¡Vaya amante que escogió: era un ser fofo, blancuzco, casi de tez despintada e idiota a más no poder! Tras la separación y liquidación de los bienes ella  fue condenada a desalojar la casa, pero se fue a vivir  con su madre, que por cierto, vivía frente a la mía. No pude resistirlo y llamé por teléfono al gerente de un hotel en Andorra aceptando aquella oferta de trabajo que me hizo apenas  hacía unos meses. 


 Necesitaba respirar otros aires y olvidar para siempre a Adela, mi ex-esposa adúltera. El hotel de Andorra la Vella me ofrecia alojamiento gratis en un ala reservada para los empleados y confieso que ganaba casi la mitad más que en Córdoba. Allí me veía en libertad, sólo, sin cargas familiares y sin tener que soportar los esporádicos ataques histéricos de Adela. Me encontraba en la misma gloria hasta el día que repasando imágenes del arte románico, mi aficion diletante favorita, vi en la gran pantalla el tímpano del Juicio Final de Conques, un lugar no muy lejos de Andorra, a unos 360 kms. Lo contemplé con delectación ¡Dios que obra de arte! Me fijé con detenimiento en las figuras y dí un respingo cuando contemplé la viva estampa de Adela entrando en el Infierno. No puede ser,  era ella, su misma estampa, su misma cara y pese a cierto deterioro de la piedra caliza puede seguir sus rasgos faciales con precisión de especialista. Tengo que ir allí - me dije controlando las palpitaciones de mi corazón.

Tomé dos dias de mis vacaciones en el trabajo para marchar al pequeño y bello pueblo de Conques y ver en directo tal prodigio, si así se puede llamar ver la fiel imagen de mi ex-esposa en el tímpano de una iglesia.

También tenía ganas de pilotar -debo confesar-  mi bella motocicleta que el concesionario me entregó hacía dos semanas.

 Era  -recuerdo muy bien- un día soleado de principios de junio. Yo iba equipado contra el fresco mañanero y contra los prejuicios que tanto me caracterizaban; arranqué la Harley. El sonido de su motor me supo a cánticos celestiales. Es un sonido muy característico que poseen estas joyas mecánicas. Aceleré, parado, un par de veces sólo por oir las explosiones del motor.

Cuando pasé por el nudo de la autopista de Toulouse paré para desayunar y repasar unas notas que había tomado antes del viaje.


"Tímpano de Santa Fe de Conques, Francia. El Juicio Final. Románico del siglo XII.

En una banda del tímpano se lee en latín: ¡Oh, pecadores!, si no reformáis vuestras costumbres, sabed que será duro vuestro juicio futuro.

El tímpano se divide en tres bandas horizontales de figuras muy expresivas. En la superior dos ángeles sostienen la cruz; otros dos tocan las trompetas anunciando el Juicio Final.

En la banda del centro vemos a Cristo-Juez que con su mano derecha señala el Cielo y con la izquierda al Infierno y una banda escrita dice a los condenados: Apartaos de mí, malditos.

En la banda inferior, a la izquierda de Cristo se puede ver formas retorcidas y desagradables, a los condenados: monjas, caballeros y mujeres lascivas"


Entonces -prosigue narrando Jacinto. y antes de arrancar de nuevo mi Harley no pude evitar recordar la imagen  que vi en la pantalla de mi ordenador de la adúltera  Adela entre aquellas mujeres que era empujadas al Infierno. Retomé la autopista y el aire fresco, demasiado para un andaluz, me espabiló antes de salir por un desvío para tomar la carretera a Conques.

En el pueblo no había gente por sus calles, en verano, dicen, es terrible poder caminar por aquel bello y pequeño, lugar. Dejé la moto frente al café Abbaye y caminé hacia la abadía equipado con mi cámara fotográfica y su potente teleobjetivo ya que el tímpano, como es natural, se encontraba en lo alto de la puerta. Enfoqué la cámara y alli estaba ella, Adela, con su cara de zorra y sus senos duros y notables. Era ella, no cabía duda. ¿Cómo diantres el artista tallador del siglo 12 imaginó que una mala mujer tendría esa cara?

Regresé a Andorra con calma y meditando lo visto, de todas formas me encontraba bien pilotando mi magnífica montura en un día precioso y suspirando de alivio por poder alejarme de aquel Juicio Final."


Comentarios

Entradas populares de este blog

Churros (Un Cuento de Navidad)

Altos Cargos Políticos ¿Una nueva Aristocracia?

Un cuento onírico: El ornitólogo