¡Qué dura es la vida real!

¡Qué dura es la vida real!  (Real de realidad, no de realeza)


Cuando el ser humano, cuando la mente humana se desarrolló y comenzó a abstraerse, mucho antes del Paleolítico, comenzaron los auténticos problemas para todos nosotros, incluso para los hombres y mujeres actuales  cuando comenzaron a razonar.

La fantasía, la irrealidad que emergió desde cualquier rincón de nuestra mente o quizá del lóbulo frontal sirvió para compensar  una realidad dura desde el tiempo de nuestros antepasados cuando no eran capaces de capturar un animal para alimentarse o cuando en la actualidad no somos capaces de alcanzar los objetivos que nos propusieron o nos propusimos en nuestra juventud. 

Todas las personas actuales beben de cualquier tipo de fantasía a la carta según su cultura y medio ambiente en el que vive.

 Las religiones son una fuente de descanso mental ya que solemos echar la culpa de nuestras desgracias y fallos a los malos dioses y también cuando no comprendemos una situacion determinada. No solo las tres grandes religiones conocidas producen un efecto narcótico entre sus practicantes sino aquella  infinidad de filosofías de llevar por casa que manipuladas convenientemente  por gurús y  otros caraduras adormecen nuestro sentido de la realidad. 

La fantasía, las fantasías que todos aceptamos  apenas sin saberlo genera, para nuestra conveniencia la mentira, el embuste, el infundio, el engaño, la patraña, la falsedad, la ficción, el enredo la trola, la engañifa, la mendacidad para adornar, como un halo mágico nuestra propia mediocridad e  inanidad. 

La realidad, la veracidad no vende en este mercado de imbéciles fantasiosos en el que vivimos. Imaginemos que vamos paseando y nos encontramos con un conocido que, por educación, nos pregunta ¿Qué tal estás? y nosotros contestamos con sinceridad. Chico, me encuentro fatal. Tengo una salud asquerosa, me operaron el mes pasado y me dejaron peor. Mi sueldo apenas alcanza para vivir despues de pagar la hipoteca. Mi hija Julia, la que quería ser una artista, está de puta  en un burdel de Argel  y el otro, el mayor, Antonio, es un vago profesional, que vive en casa y que le ha montado a mi esposa  un chantaje emocional de órdago. Ella le da todos los caprichos que el niño, de 39 años de edad, quiere porque si no, amenaza el cabrón a la madre, es capaz de suicidarse. Ante este rosario de calamidades es casi seguro que el amigo del saludado se pasará a la otra acera cada vez que le vea para evitar a este negado, a este tóxico, que no fue capaz de mentir todo aquello que nos gusta oir: "Me va estupendamente. Yo y mi familia estamos en la mismísima gloria"  

A pesar de todo todavía abundan los jeremías, las personas tóxicas y las tristonas. 

Hace un tiempo mi amigo Jacinto paseaba por la bella ciudad de Granada junto con su esposa y se encontraron con un ex-compañero de trabajo. Después de los saludos habituales dijo Luis, el amigo de Jacinto, que su hijo estaba en Australia y que era un CEO de una importante compañía, que le iba muy bien allí. No pasaron unas horas cuando ambos estaban merendando en López Mezquita y otro conocido de Jacinto, por cierto pariente de Luis, tras el saludo y hablar de cosas intrascendentes le dijo si se había enterado del disgusto de su primo Luis. Su hijo está en la cárcel de Sevilla desde hacía dos años por trapicheo de drogas. ¿Hizo bien Luis al engañar a su amigo Jacinto o hubiese sido mejor decir que su hijo mayor era un reo?

La vida real es muy dura pues nos muestra que nuestro mundo es como, según la filosofía popular sevillana, un saco de caracoles, que cada cual saca sus cuernos por donde puede. 

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