Un cuento. Adela, una meretriz rural

Adela, una meretriz rural  (Un relato mínimo)


Cuento los días -pensaba Adela mientras secaba su escultural cuerpo tras la ducha- para cumplir mis 18 años de edad y ser independiente para poder  abandonar esta mísera casa de mis padres y de todo lo que la rodea.

 Mi madre siempre fue tonta de remate, le faltaba un hervor mental, eso es verdad, se dejó arruinar por el borrachín de mi padre, su esposo. ¿Por qué se casaron? Ella era de pocas luces, todo el pueblo lo sabía, y mis abuelos creyeron que casándola con el dependiente mayor de nuestra ferretería familiar se haría con el contrrol del negocio y todo funcionaría divinamente. Pero no, cuando los abuelos murieron el dependiente mayor  demostró ser un japuta, un auténtico depredador de la herencia de mi madre y para colmo malgastó  toda la fortuna antes de lo previsto. Todo como en una telenovela, pero a lo rústico.

Yo no caeré en las garras de ningún tipejo del pueblo. Yo venderé caro este magnífico cuerpo que tengo, la mejor herencia involuntaria que mis padres me dejaron.

Adela padecía lo que algunos psicólogos llaman un trastorno diferencial de remordimientos. 

Una semana después de su ansiado cumpleaños Adela llegó a Marbella para trabajar en la elegante cafetería Yuyes de Puerto Banús, propiedad de una paisana que casó por conveniencia con un ucraniano mafioso que deseaba obtener la nacionalidad española. Titi, que así se hacía llamar, era una pueblerina reciclada, una vez Titi le dijo a Adela que antes de hacer ninguna tontería e incluso de enamorarse de un muerto de hambre debía estudiar el campo de batalla. Aquí mucho dinero y hay gente muy rica, te lo puedes montar bien con paciencia y haciéndote valer. No cojas fama de pendón porque estos gordos millonarios desean mujeres honestas, cosas que ellos no son.

Los días pasan volando y si se aprovechan incluso pueden ser beneficiosos para una persona ambiciosa como Adela. La vida es  como un largo viaje que debemos hacer hacia una meta final. Lo dificil es intentar viajar en clase superior y no en una camioneta desvencijada.

Cinco años tras la marcha de la muchacha pueblerina a Marbella los parroquianos quedaron boquiabietos cuando en el bar, en la noticias regionales de la televisión, vieron con sus propios ojos a una transformadas joven mujer de 23 años de edad que se iba a casar con uno de los hombres más ricos de Rusia. Un hombre sesentón con pinta de carnicero y cara de sapo maquillado.

- Pero ¿esa no es Adela Gómez, la hija de la tía Nicasia. La que la arruinó el marido?

- Claro que es ella. Está más buena ahora que de mocica 

-¿Y qué carrera estudió para llegar tan alto?

- La tele dice que es modelo

-¿Modelo de qué?

- De eso - dijo Curro echándose la boina hacia la frente, guiñando su ojo izquierdo pitarroso, cogiendo un vaso de vino tinto con su mano derecha mientras que con la otra mano señalaba  sus bajos.



 

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