Instinto maternal

 Leyendo una novela policíaca supe de un caso de una mujer que estando soltera, maestra de escuela durante el período de la dictadura, y católica de misas y novenas, se dejó preñar a sus cuarenta y tantos años porque deseaba visceralmente tener un hijo pero sin mantener ningún vínculo con el padre. Para esto le propuso a un inspector de enseñanza primaria, que estaba de visita en el grupo escolar y que era de su misma edad,  para que se acostara con ella las tres noches que se iba a quedar en el pueblo. Se quedó embarazada y tuvo un hijo  Lo que a continuación siguió está dentro del ámbito de la propia novela.


Me hizo recordar la historia verdadera que conoció mi amigo Jacinto sobre ese tipo de mujer que desea concebir un hijo sin la necesidad después de sostener o convivir con un hombre bajo su mismo techo.

 Jacinto me contó que una compañera de trabajo, también cuarentona como la de la novela, que trabajaba en la oficina de su empresa, no muy fea, ni tampoco guapa, algo sosilla y con cara  circunspecta se dejó preñar por un colega casado (para no reclamar después nada) ya que su ilusión era tener un hijo "para la vejez" Esa falacia que todavía usan en el medio rural las maritornes de turno.

Cuando Adela, llamémosla así,  que era la tercera hija de una familia muy católica, conservadora y de derechas, votante de AP, quedó preñada se oyeron gritos en el cielo. ¡Qué desgracia, preñada sin estar casada! - exclamaban los padres a dúo (aún no se había puesto de "moda" el amancebamiento como en la actualidad) mancillando nuestro apellido y el honor de la familia.

Adela salió de su casa y se refugió en la casa de la tía Antonia, que vivía sola desde que quedó viuda. Tuvo el bebé, un precioso varón regordete de tez sonrosada cuyo abuelo, el padre de Adela, nunca quiso ver. Era el fruto de un execrable pecado, decía el hombre.

El caso fue a peor cuando a Adela se le detectó un cáncer de mama, posiblemente latente desde hacía tiempo pero ahora estimulado, por la succión del crío, según comentaron los antiguos colegas de trabajo. El caso es que cuando detectaron tal mal ya no se pudo hacer nada (corría el año 1982 y la oncología no estaba muy adelantada). A los cuatro meses desde el nacimiento del hijo sin padre Adela murió. Pobre mamá.

Otro caso fue el de Antonia, una ejecutiva de una compañía de seguros. También deseaba ser madre, pero legal, casada por la iglesia y celebrando el acontecimiento con una gran fiesta de boda. Era la meta de una futura madre que con tal de satisfacer su instinto maternal-biológico-caprichoso. Antes tuvo que hacer el paripé de casarse con el guapo vecino, un chico inútil pero hermoso que se dedicaba todavía, a sus cuarenta años de edad, a preparar oposiciones. 

Antes de transcurrir dos años de casada Antonia se divorció alegando que el esposo era un toca gaita que vivía a costa de ella y que a la larga sería un mal ejemplo para el hijo. 

Antonia se quedó en casa con el nene y su vieja yaya que lo cuidaba cuando ella trabajaba, sin el fecundador a la vista,  aunque eso sí, satisfizo su deseo natural de procrear.

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