Carta de un policía antidisturbio a su blandito hijo

Carta de un Policía Antidisturbio  a su blandito hijo.

(Carta para que la lea mi hijo Jacintillo cuando se licencie de la mili y vea cuán caprichosa es la vida).

"Hijo, jamás te avergüences de  haber tenido un padre por haber ejercido un trabajo anormal. No me gané la vida trabajando en una factoría, ni en una oficina ni conduciendo el tractor que tenía mi padre, tu abuelo, me la gané dando mamporrazos cuando me lo ordenaban, por supuesto. Peor sería si yo hubiese sido un pistolero por mi cuenta o un sicario al servicio de cualquier grupo criminal. 

Viví tiempos difíciles. Cuando me licenciaron del servicio militar, la mili, yo no tenía ni oficio ni beneficio. Era un paria que cuando vio un anuncio en el cuartel ofreciendo una plaza en la Policía Armada me enrolé. El sueldo no era alto, pero en el año 1966, un salario de unas 7.000 pesetas (incluyedo extras) al mes era una bicoca para un desertor del arado como nos llamaban esos pijos universitarios de la Complutense.

Todos los recién licenciados de la mili que descendíamos de familias pobres, del medio rural en su mayoría, y que cumplíamos con los requisitos mínimos de estatura y apariencia y además sabíamos leer, escribir y hacer problemas elementales de aritméticas encontrábamos una salida a nuestro futuro ingresando en la Policia Armada o en la Guardia Civil. Dos cuerpos que siempre debes respetar, hijo mío, por la cantidad de hambre que quitaron, en aquellos aciagos años, a una gran mayoría de jóvenes.

Cuando conocí a tu madre ella trabaja en los talleres, de costurera, de unos grandes almacenes de Madrid que estaba en la calle Santa María de la Cabeza, frente a la parada de "La Pava", un autobús que salía desde Jaén a Madrid y donde por cierto  viajé tantas veces a mi pueblo miserable perdido allá en la montaña. 

Tu madre dejó de trabajar cuando nos casamos. Por entonces un hombre no quería que su mujer saliera de casa. Su obligación era estar en casa cuidando el hogar, esperando mi llegada y criando a sus hijos, tú, el mayor, y tus dos hermanas. Vivíamos con estrecheces e incluso felices ya que entonces nadie deseaba ir a la playa de vacaciones ni menos aún poseer un coche.

Cuando estando yo dos años en la Policía me alisté en los Antidisturbio; no fue por nada especial sino por el salario y los trienios que era más alto y de esta forma  podía pagar el primer televisor que entró en casa, un Marconi que  por cierto se averiaba cada dos por tres.

Como entonces había muchas manifestaciones de estudiantes, de obreros, de amas de casa, etc. no me faltaba el trabajo, que con dietas y otras bonificaciones pude incluso pagar la entrada de un Simca 1000 de Barreiros. ¡Ya teníamos coche! Mi suerte fue que nunca salí de Madrid, nunca me trasladaron a lugares peligrosos porque  tu tío era un pez gordo del Régimen. Lo peor hubiese sido que me hubiesen trasladado a las Vascongadas. Un puro infierno.

Así que Jacintillo, hoy que  ya puedes leer mi carta y que estoy jubilado y saliste de la mili sabrás con estas letras por qué me metí a Antidisturbio, a "mamporrero" como nos llamaba esa gentuza de la izquierda. Es un trabajo más como puede ser el de carcelero, auxiliar de forense o portero de finca urbana. Yo soy yo y mis circunstancias, dijo alguien".

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