El síndrome del faraón en nuestra sociedad

El Síndrome del Faraón en nuestra sociedad (Vanitas vanitates et omnia vanitas)


Quedé estupefacto cuando vi un video en Youtube titulado: "Mega mansión abandonada de 10'5 millones de dólares, con autos de lujo"

Pude ver esa enorme casa con once dormitorios, trece cuartos de baño, pista de tenis y de squash, piscinas cubierta y exterior, pista de baloncesto, etc todo  construido por un magalómano propietario de varias clínicas dentales cuyos beneficios podían hacer frente al pago de la fuerte hipoteca de 50.000 dólares mensuales. 

La mansión aún no estaba acabada del todo cuando la familia de este faraón junto con su esposa y cuatro hijos se trasladaron a vivir a un ala del edificio.

Un día este hombre y su hijo mayor subieron a la avioneta privada y se estrellaron dejando a la viuda sin un dólar ya que el millonario seguro de vida de él había caducado, por olvido, hacía unas semanas.

La viuda, junto a sus tres hijas tuvieron que abandonar la mega mansión por embargo del banco, por falta de pago. Todo quedó en humo y en fantasías mayestáticas del neo-faraón de turno.


En Andalucía tenemos varios casos similares pero el que me llamó la atención fue el del terrateniente don Luis Espinosa Fondilla, un señorito rentista con fincas agrícolas y ganaderas y un gran coto de caza junto al Rocío. Allí ordenó construir el actual palacio del Acebrón, de estilo neoclásico, con una bella fachada , que aún no se terminó de construir  en vida del Sr. Espinosa.

Los familiares y amigos aconsejaron a este faraón andaluz de moderar el gasto en la edificación de tan descabellado proyecto que duró desde el año1951 a 1961. No hizo caso. Aparte de despilfarrar casi toda su fortuna en fiestas, cacerías multitudiarias para la nobleza, donaciones y de dejarse robar por los diferentes administradores de sus tierras este hombre murió totalmente arruinado y olvidado por los suyos y fue acogido, por caridad, en la casa del que fue guarda mayor de su coto. Murió en un hospital de Sevilla como un pobre más.


Narro un caso de un conocido de cuando yo residía en Granada. 

El Sr. Zeta (no pongo el nombre porque los hijos viven aún) heredó de sus padres una bonita finca de recreo en un pueblo cercano a Granada. Como este señor tenía ingresos de sobra para su proyecto faraónico, derribó la bonita edificación de principios del siglo 20 para poder construir una supervilla. Grande y lujosa. Tenía que epatar con aquella que se veía al otro lado del rio, la del marqués de Jarón.

Tardó en construir la residencia de cine, como decían los lugareños, casi cuatro años. Este faraón rural y de dudoso gusto vivía en la capital en la Calle Alhamar en un duplex junto con sus hijos y esposa. Cuando se jubilara o antes, él pensaba, traspasaría sus negocios a uno de sus cinco hijos y se retiraría, junto a su esposa y sus dos hijas menores, a la villa para descansar y para disfrutarla. Él ignoraba que el sueño de un faraón  se completa a su muerte. 

Total, que con sesenta años de edad junto a su esposa (que por cierto odiaba vivir retirada de la capital) y dos hijas más una pareja del pueblo que hacían de guardeses vivieron una dorada existencia durante un par de años hasta aquel aciago día que tras una partida de squash con un amigo el Sr. Zeta se sintió mal y murió sin apenas notarlo.

La viuda,  unos meses después del entierro del esposo-faraón, se fue a vivir al duplex de la calle Alhamar y las hijas más jóvenes, sin la autoridad paterna, se desmadraron y por ahí se encuentran pendoneando, como comentan los lugareños.

En modo " a lo pobre" también hay gente que suele  ser un aprendiz de faraón para después preguntarse ¿para qué?  


 

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