Un libro de mi biblioteca. Aquel Verano

Aquel verano


Una selección de 33 relatos cortos de autores como Francisco Ayala, Caballero Bonald, Almudena Grandes, Umbral, Bousoño, Moix y otros.


Aquel verano del 66  (Luis García Montero)

"El 1 de julio llegaba un taxi inmenso y negro a las puertas de mi casa, para llenarse de niños iguales, bolsas iguales y canciones iguales. Como la carretera de Granada a Motril era pesada e interminable, mi madre no paraba de cantar, proponer adivinanzas y contar el cuento de Pablito.

Además de una salamanquesa detenida, el verano es también un mastodonte que se derrumba lentamente. El primer día de septiembre volvía a aparecer el taxi negro, ahora en Motril, para llevarnos a Granada.

Adiós a las mañanas de playa, las tardes de cañaveral y futbolín y las noches en el muelle del puerto"


Aquel verano del 58  (Josefina R. Aldecoa)

"Aquel verano descubrí el Meditarráneo. Desde mi infancia mis veranos habían transcurridos en la áspera montaña leonesa o en el violento esplendor  del Cantábrico. Pero aquel verano Ignacio y yo decidimos descubrir el Mediterráneo de las islas. Ibiza fue la isla elegida . Una Ibiza lejana, protegida aún de las invasiones que la asaltarían en el futuro.

En Ibiza descubrimos una forma desconocida de lejanía y libertad. Un modo diferente de movernos, de hablar, de reir; una forma simbólica de vestir"


Aquel verano del 47  (Luis Mateo Díez)

"El acontecimiento de aquel verano de 1947 fue la invitación a una boda a mi hermano Antón y a mí.

Nuestros padres estaban ausentes y la madre de la novia se le ocurrió que asistiéramos nosotros.

Antes de ir a la iglesia la familia de la novia nos dio el desayuno. Una proliferación de bollos, galletas, bizcochos y mazapanes que mojábamos en el chocolate.

De la ceremonia solo recuerdo el aroma de los lirios y el incienso. En el banquete nos situaron al extremo de la mesa más larga.

Las tres horas y media que duró el banquete fueron ofreciendo los dieciséis platos del menú. 

Antón comía y se desabrochaba, con disimulo, los botones del pantalón. Jamás comimos tanto. Los postres fueron abundantes. Un sopor me invadió.

Mi tío Miguel recogió de debajo de la mesa a los dos sobrinos. Allí los habían dejado reposar respetando su sueño de ángeles glotones.

El verano del 47 era un tiempo antiguo y precario en el que la gente, cuando podía, se vengaba del hambre." 

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