El fámulo rencoroso (Ficción)

El fámulo rencoroso  (Ficción)


El lujoso coche blindado circulaba sobre el asfalto  sin apenas hacer ruido. El chófer y el escolta estaban absortos contemplando a los paseantes de la calle. Unos se detenían frente a los lujosos escaparates de las tiendas de moda y otros parecían como si hablaran con ellos mismos y fijaran sus miradas en un horizonte virtual.

Jacinto vestido con un elegante traje de Loewe permanecía rígido en su asiento para evitar las posibles arrugas de su atuendo.

Antes de llegar, Jacinto se refrescó la boca con un diminuto espray para que su aliento, en los besos de saludos a las damas, oliera a hombre y no a macho cabrío.

Ya estaba llegando el vehículo. En el recinto abarrotado de gente, Jacinto subió a un pódio desde donde saludó al público: empresarios y magnates con sus esposas fondonas  y otros con sus hermosas secretarias cuarentonas.  El discurso fue breve, los aplausos extensos. Como tenía que ser. Jacinto, un político moderno conservador, estaba deseando volver a su palacete, donde por arte de la democracia o por la demogagia o por un golpe de suerte residía rodeado de servidumbres. 

 De vuelta a casa, tras la conferencia,  una voz del subconsciente parecía que le decía: en tu niñez  vivías en un horrible piso del extrarradio de la ciudad y ahora resides en un palacio con tu nueva esposa.  La otra no te iba, la actual sí te corresponde. Cuqui es hermosa e inteligente y de una familia de banqueros, muy popular entre la alta sociedad, pero la de siempre, no la  de esta neoaristocracia política del presente, descendientes todos ellos de familias de menestrales.


¿Quién era Jacinto? 

Jacinto nació en la Casas Baratas de aquel horrible barrio del extrarradio de la ciudad. Sus padres eran pobres como ratas; su única hermana, mayor que él, se metió a puta no por vicio sino para salir de la miseria del hogar. 

Jacinto, tras mucho mendigar por parte del padre, que era jardinero del colegio más exclusivo y caro de la capital, pudo conseguir a sus 12 años de edad ingresar como fámulo, a cambio de poder estudiar el BUP en tan prestigiosa institución.

¿Y eso de fámulo que es? Preguntó la  madre, casi imbécil, al esposo. Pues que el chico ayudará a poner y recoger la mesa a los estudiantes, a lavar los platos y limpiar los dormitorios y urinarios de los internos. Hay que trabajar en lo que sea si quieres ser alguien en la vida. Jacinto a cambio tendrá enseñanza y alojamiento gratis y en clase será uno más entre los alumnos.

Jacinto deseaba ardientemente abandonar el hogar familiar, no como su hermana Isabel que se echó a la mala vida a cambio de vivir en coyunda con un viejo tendero de Leganitos.


Jacinto era o aparentaba ser sumiso y obediente, aunque le ardían las entrañas cada vez que un chico en el comedor le ordenaba "Famu, tráeme otro postre" Ese era el precio que tenía que pagar, humillarse si quería prosperar y sí que quería. Era un alumno excelente que aguantó en el internado hasta que terminó el COU y consiguió una beca para estudiar en la universidad. 

Jacinto Carajigo sacó las mejores notas de final de carrera de Económicas con un merecido Sobresaliente cum laude. El Banco Monterroso le contrató nada más terminar la carrera y dos años después entró en política y llegó a ser Líder. La meta soñada por todos aquellos que nadan en estas procelosas aguas.


"Ya me desquitaré de tantas vejaciones que me dieron estos burgueses prepotentes. Ahora que estoy en el poder seré implacable con ellos. Todos son hijos, como yo, de las circunstancias con la salvedad que ellos nacieron en altas cunas y yo les serví la comida durante años y años.

 Los zancadillaré a todos pero amablemante. No sabrán ni quién ni el porqué de su mala fortuna, fomentaré leyes contra sus  proyectos financieros, ordenaré  inspecciones de hacienda a sus negocios, promoveré denuncias, reales o ficticias, por acoso laboral o sexual, filtraé a la prensa  ingerencias y connivencias de ciertas empresas con el hampa de las drogas y así hasta que no puedan evadirse de esos largos juicios y pleitos que mermarán sus fortunas heredadas de sus papás, de aquellos que me miraban en el patio del colegio con desprecio cuando yo de joven llevaba un mandil de rayas y sus hijos un bonito uniforme colegial".


"Las leyes de derechas pueden ser tan dañinas para cualquier ciudadano como las leyes emanada por las izquierdas. El Ministerio de Economía y Datos que presido ya  ha arruinado "indirectamente" (un jjj mental emanó de la frente de Jacinto) a varios hijos de... eso.

Yo no soy rencoroso, yo practico la ley de la justicia y ahora que tengo poder me desquito. Pasé humillaciones en el internado y ahora me curo de la molicie que sufrí.  

 



 

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