Un cuento de mi libro Carta a Silvia: Lucio el Monje

Un cuento de mi libro Carta a Silvia

Lucio el Monje (extracto)


"Otoño del año 1912. Lucio Serons, representante comercial, viajante, de la firma Textiles Pignon de Terrasa, descendió del tren, muy de mañana, en un pueblo de Cáceres.

Para hacer tiempo antes de su visita comercial Lucio paseó por las calles de la ciudad. Buscar y fotografiar iglesias en cualquier población de España era su gran afición. Ya poseía una buena colección de fotografías que él mismo revelaba y era su orgullo que mostraba a sus familiares y amigos".


"Junto a un largo muro que corría a lo largo de la acera por donde él caminaba vio una extrecha puerta abierta que mostraba una explanada o compás frente a una bella portada de una iglesia barroca. Lucio se asomó con cierto reparo. No había nadie en el jardín, para su gozo también estaba abierta la puerta del templo. Penetró y a la incierta luz de la mañana que pretendía traspasar los ventanales quedó extasiado por tanta belleza. Se sentó en un banco y en soledad completa preparó su cámara fotográfica. 

Antes de guardar la cámara notó que había otra puerta abierta en un lateral del templo. Sería la puerta de la sacristía, pensó. Se acercó entusiasmado esperando continuar comtemplando este hallazgo barroco; entró en una sala vacía y fea que en nada se parecía a lo visto"


"Lucio ajustó su visión a la oscura estancia. De pronto escuchó un portazo a su espalda. La puerta por donde él accedió a aquella lóbrega sala se cerró y un enorme lego con cara de poco amigo le indicó, por señas silencio y señaló que se sentara junto con los otros.

Una decena de individuos se hallaban sentados, en silencio, sobre un incómodo banco sin respaldo.

-¡Oiga, que yo tengo una entrevista dentro de media hora - protestó Lucio airado.

Por toda contestación Lucio recibió un tremendo bofetón que lo arrojó al suelo dado por el enorme lego con cara de retrasado mental"


"Lucio se vio encerrado en una celda conventual. Alguien, estando él semiincosnciente por la agresión, lo había desnudado y vestido con un basto hábito de novicio que olía a sudor y a orina. 

Zacarías era su compañero de celda y le indicó que no hablara, entonces le susurró al oído que él tambien era nuevo y que la regla del covento indicaba que una vez que una persona ingresaba en la Orden no podia salir del lugar. 

-Reza y sufre -le aconsejó Zacarías- y no intentes escapar porque los legos grandes te molerán a palos."


"Seis años tuvo que pasar Lucio como novicio en el convento hasta ser investido como fraile. Todo un orgullo, un sueño para un novicio, para un lego, para un creyente. Afortunadamente Lucio comprendió, a los dos meses de su entrada en la Orden como novicio, que era el diablo quien le tentaba a oponerse a los designios de la Providencia. Después sintió paz y un deleite celestial inexplicable le envolvió todo su ser.

Un día le dijo el abad que dentro de dos días él, Lucio, sería investido de fraile blanco: los auténticos monjes de la Orden, los que vestían un hábito blanco como el alma del portador que viviría para siempre en loor de santidad y éxtasis místico. Ahora sí era un auténtico monje de la Orden. Lucio lloró de emoción".


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